FRASE DE DUARTE

“Trabajemos por y para la Patria que es lo mismo que trabajar para nosotros y para nuestros hijos”. JUAN PABLO DUARTE Y DIEZ

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sábado, 26 de enero de 2013

DUARTE, PUNTO DE MEDITACIÓN

Por Monseñor Ramón de la Rosa y Carpio

Duarte enfrentó el poder extranjero haitiano y salió vencedor: conoció la verdad y la verdad lo hizo libre a él y a su pueblo. Sin embargo, no pudo contra los orcopolistas, proteccionistas y anexionistas: ellos fueron los vencedores, lo sacaron de la escena política y lo desterraron.

INTRODUCCIÓN

Esta meditación sobre Juan Pablo Duarte la tuve en la mañana del 27 de febrero del año 2007 y la hice pública en la Catedral de Santiago ese mismo día, durante el tedéum de acción de gracias con motivo de esas fiestas patrias.

1-UNA PRIMERA VERDAD PARA DUARTE. Duarte nació antes de la ocupación haitiana, en 1813. Pero en su niñez y juventud, desde los 8 hasta los 31 años, fue un gobierno haitiano que conoció (1822-1844).

Cuando tomó conciencia de su dura realidad: se llamaba dominicano pero era gobernado por un poder extranjero, conoció la verdad y esta verdad lo hizo libre interiormente. Sólo a partir de ella pudo empezar a concebir la libertad de su país. Esta verdad rompió sus cadenas internas, y, ya libre, se encendió el fuego del libertador.

Sólo entonces supo que, real y verdaderamente, no tenía Patria, aunque decía tenerla. Fue en ese momento, cuando pudo exclamar convencido: “Vivir sin Patria, es lo mismo que vivir sin honor”.

2- UNA SEGUNDA VERDAD. Es interesante e importante resaltar que Duarte no enfrentó el poder haitiano, por ser haitiano, sino por “ser gobierno extranjero”. Al contrario, él valoraba a los haitianos y decía: “Yo admiro a los haitianos”.

Pero ante sus ojos se desplayó una gran verdad: los dominicanos son una nación como Haití o cualquier otra y por tanto son libres e independientes. Por eso, como nación, no puede depender ni ser gobernada ni controlada por ningún poder extranjero, sea haitiano, español, francés, norteamericano o cualquier otro.

Juan Pablo Duarte

3-UNA TERCERA VERDAD. Mi imaginación me lleva a recrear la vida de los dominicanos bajo el yugo extranjero haitiano hace 163 años y me parece oírles decir: “Aquí no se puede vivir”, “este país está perdido, no va para ninguna parte”, “los dominicanos no servimos”, “además, no se puede hacer nada, porque ¿quién puede contra el poder de este gobierno haitiano? “Si te mueves te aplastan”.

También mi pensamiento vuela hacia Duarte y sus jóvenes compañeros. Debieron tener, al menos en ocasiones, pensamientos o sentimientos parecidos.

Sin embargo, ellos creyeron que podían salir de la situación oprobiosa en la cual vivían. Esa es la otra cara de la verdad dominicana: estamos aplastados, sí, (primera cara), pero podemos (otra cara), podemos alcanzar la libertad. Por esta razón, Duarte proclamó con toda seguridad: “Dios ha de concederme bastante fortaleza para no descender a la tumba sin dejar a mi Patria libre, independiente y triunfante”.

4-UNA CUARTA VERDAD. Una cuarta realidad/verdad, un de las más duras que le tocó a Duarte enfrentar, fue la de los dominicanos llamados por él “orcopolitas”, “proteccionistas o anexionistas” y “bando traidor y parricida”. Ni siquiera contra los haitianos tuvo Juan Pablo palabras tan enérgicas, como las dirigidas a estos grupos.

4.1- Orcopolitas. Recordemos que la palabra es un neologismo creado por Duarte, que lo compuso del vocablo latino “orcus”, que significa “infierno”, y del griego “polita”, que significa “ciudadano”: orcopolitas, pues, en la concepción duartiana, son los dominicanos que convierten al país en un infierno.

Para éstos, Duarte y los Trinitarios no eran más que unos ambiciosos que independizaron nuestro pueblo por ambición, cuando en verdad, como dice el mismo Duarte de sí y sus compañeros irónicamente “no tuvimos talento para hacer nuestra la riqueza ajena”.

Mientras que ellos, los orcopolitas, se apropiaron del poder, sacaron de circulación a los trinitarios y duartianos y se hicieron pasar “por hombres honrados y virtuosos”, pues tuvieron la habilidad de hacerlo todo, hasta llamar al extranjero.

4.2- Los proteccionistas o anexionistas. Dejemos que hable el mismo Duarte y nos ofrezca este punto de meditación:

“En Santo Domingo no hay más que un pueblo que desea ser y se ha proclamado independiente de toda potencia extranjera, y una fracción miserable que siempre se ha pronunciado contra esta ley, contra este querer del pueblo dominicano, logrando siempre por medio de sus intrigas y sórdidos manejos adueñarse de la situación y hacer aparecer al pueblo dominicano de un modo distinto de como es en realidad; esa fracción, o mejor diremos esa facción, es y será siempre todo, menos dominicana; así se la ve en nuestra historia, representante de todo partido antinacional y enemigo nato por tanto de todas nuestras revoluciones; y si no, véase ministeriales en tiempo de Boyer y luego rivieristas, y aún no había sido el 27 de Febrero, cuando se le vio proteccionistas franceses y más tarde anexionistas americanos y después españoles” (Carta a Félix María del Monte).

4.3-Bando traidor y parricida. En el mismo tenor, pero acentuando esta vez la capacidad pragmática y de adaptación de los orcopolistas y proteccionistas o anexionistas para vender el territorio nacional, no precisamente por fe en la patria o amor a ella, afirma el patricio Duarte de manera clara y firme:

“Ahora bien, si me pronuncié dominicano independiente, desde el 16 de julio de 1838, cuando los nombres de Patria, Libertad, Honor Nacional se hallaban proscriptos como palabras infames, y por ello merecí, en el año de 1843, ser perseguido a muerte por esa facción entonces haitiana, y por Riviére que la protegía, y a quien engañaron; si después, en el año de 1844 me pronuncié contra el Protectorado francés, decidido por esos facciosos, y cesión a esta Potencia de la Península de Samaná, mereciendo por ello todos los males que sobre mí han llovido; si después de veinte años de ausencia he vuelto espontáneamente a mi Patria a protestar con las armas en la mano contra la anexión a España llevada a cabo a despecho del voto nacional por la superchería de ese bando traidor y patricida, no es de esperarse que yo deje de protestar, y conmigo todo buen dominicano, cual protesto y protestaré siempre, no digo tan sólo contra la anexión de mi Patria a los Estados Unidos, sino a cualquier otra potencia de la tierra, y al mismo tiempo contra cualquier tratado que tienda a menoscabar en lo más mínimo nuestra Independencia Nacional y a cercenar nuestro territorio o cualquiera de los derechos del Pueblo Dominicano.” (Carta a los puertoplateños).

5-VENCEDOR Y DESTERRADO. Duarte enfrentó el poder extranjero haitiano y salió vencedor: conoció la verdad y la verdad lo hizo libre a él y a su pueblo.

Sin embargo, no pudo contra los orcopolistas, proteccionistas y anexionistas: ellos fueron los vencedores, lo sacaron de la escena política y lo desterraron.

La dura realidad extranjera haitiana, con sus persecuciones y demás males, no impulsó a Duarte a salir de su país y a convertirse en inmigrante.

Sin embargo, los dirigentes y políticos dominicanos lo hicieron un constante inmigrante a las islas vecinas o a Venezuela: Duarte fue inmigrante por razones políticas como hoy tantos dominicanos son por razones económicas.

6- CUESTIONAMIENTOS. En el transcurso de estos puntos de meditación, me fui haciendo algunas preguntas que quise colocarlas aquí juntas al final. Son cinco. Las respuestas a ellas son parciales y, en verdad, están abiertas a ulteriores reflexiones.

a-A lo largo de nuestra historia hemos dependido de diversos poderes extranjeros. ¿Cuál es hoy el poder o poderes extranjeros del que dependemos o de los cuales más dependemos?

Duarte nos señaló el camino de “implantar una República, libre, soberana, e independiente de toda dominación extranjera” (juramento trinitario). Es un criterio que hemos de tener en cuenta para conocer nuestra realidad y mantener nuestra identidad.

b- ¿Será la situación de estos comienzos del siglo XXI dominicano tan duro y difícil como la de aquel siglo XIX?

Considero que ciertamente es dura y difícil, pero hay sus diferencias. Entre ellas hay que destacar que gozamos de libertades políticas y de expresión, aunque aun imperfectas, como también de más dominicanos y dominicanas muy capacitados, cosa que no existía en ese pasado.

c-¿Podemos identificar en la actualidad entre nosotros grupos dominicanos orcopolitas, proteccionistas, anexionistas, traidores y patricidas?

Pienso que saltan a la vista los siguientes: los corruptos y corruptores de todo tipo, traficantes de la calaña que sean, los que hacen dependiente al país con deudas. Esos siguen tratando de poner fuera de circulación a los que encarnan el espíritu y los valores duartianos.

d-¿Podrá el pueblo dominicano salir vencedor a la postre de los enemigos que enfrentó Duarte: los poderes extranjeros y los poderes orcopolitas internos?

Yo considero, sin lugar a dudas, que sí. Los dos poderes, ciertamente, son una amenaza constante y recurrente. Pero el más difícil de vencer, como en tiempos de Duarte, serán los poderes orcopolitas internos. También en este aspecto hemos de mantener la firmeza y la fe de Duarte, que ni doblegó ante ninguno de ellos ni llegó a componendas.

e-¿Puede relacionarse de alguna manera la incesante emigración dominicana, comenzada en el siglo XX, hacia otros países con la emigración del siglo XIX?.

Considero que sí, pero con la diferencia de que ahora el hecho no se explica por razones políticas, sino económicas.

Creo que, al menos, una parte de nuestros emigrantes son una especie de desterrados, como Duarte, a causa de los orcopolitas de nuevo cuño, que hacen de la nación un infierno de desigualdades económicas y mala distribución de las riquezas.

CONCLUSIÓN

CERTIFICO que la lucha emprendida por Duarte por una Patria plenamente libre e independiente está inconclusa y que toca a cada generación de dominicanos, imbuidos de fe patriótica y amor patrio, darle terminación.

DOY fe en Santiago de los Caballeros a los 27 días del mes de febrero del año del Señor 2007.

† Monseñor Ramón de la Rosa y Carpio
Presidente de la Conferencia del Episcopado

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