FRASE DE DUARTE

“Trabajemos por y para la Patria que es lo mismo que trabajar para nosotros y para nuestros hijos”. JUAN PABLO DUARTE Y DIEZ

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miércoles, 30 de enero de 2013

DUARTE, PENSAMIENTO Y ACCIÓN

Por ALFONSO TORRES ULLOA
altours@hotmail.com


El bicentenario del natalicio del patricio es el reto de estos días, no se trata de cualquier cosa. Claro, hay una Comisión Oficial que no hará más que una misa o Tedeum, una ofrenda floral y un acto formal. Y Duarte es más que eso. Duarte es un desafío a todo lo existente.

La celebración debe llevarnos a reflexiones profundas sobre la vigencia del pensamiento duartiano, a la necesidad de asumir sus ideas y ejemplo. Se impone un 2013 de reflexiones profundas, de una celebración alternativa, de compromiso con la soberanía nacional.

Por supuesto, Duarte va más allá del 26 de enero, comprende 27 de febrero, 16 de julio y 16 de agosto, es 14 de junio, pero también es noviembre y Las Manaclas, es Abril, Caracoles y el Coronel; Juan Pablo es cada día, es presencia contra la Cementera en Los Haitises, es La Vega por Loma Miranda, Duarte es presencia juvenil contra una base militar en la isla Saona.

Es desde esa perspectiva que debemos asumir su ideario, su ejemplo, su nombre, su verticalidad nacionalista.

Las ideas en Duarte. Es un convencido de la independencia, de la soberanía nacional, sin mediaciones; y así lo proclama en el lejano 16 de julio de 1838 desde el Juramento Trinitario: “…a la separación definitiva del gobierno haitiano y a implantar una República libre y soberana e independiente de toda dominación extranjera, que se denominará República Dominicana”.

Y en ese empeño nunca cedió un ápice, de ahí que en julio de 1844 se pronunció contra el protectorado francés y la cesión a esa potencia de la Península de Samaná, e igual dice: “si después de veinte años de ausencia he vuelto espontáneamente a mi patria a protestar con las armas en la mano contra la anexión a España… no es de esperarse que yo deje de protestar, y conmigo todo buen dominicano, cual protesto y protestaré siempre, no digo tan solo contra la anexión de mi patria a los Estados Unidos, sino contra cualquier tratado que tienda a menoscabar en lo más mínimo nuestra independencia nacional y a cercenar nuestro territorio o cualquiera de los derechos del pueblo dominicano”.

Este texto de Duarte recoge su firme posición anticolonial y antiimperialista, su vertical y radical nacionalismo. Y es claro que si habitara físicamente entre nosotros hubiese estado presente en la lucha contra la cementera en Los Haitises, e igual en cada una de las jornadas en defensa de Loma Miranda.

Y como fue el primer dominicano en rendir cuenta al Tesoro, cuando recibió mil pesos para la campaña militar del sur y devolvió 827 pesos, por supuesto estuviera en cada plaza con los jóvenes reclamando no más corrupción, no más impunidad, cárcel a los corruptos. Pero su espíritu y ejemplo dicen presente en todas las jornadas de lucha por una “nación digna de mejor suerte”.

Un hombre de profundas convicciones democráticas, las que dejó plasmadas en su proyecto de constitución: “La nación está obligada a conservar y proteger por medio de leyes sabias y justas la libertad personal, civil e individual, así como la propiedad y demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen; sin olvidarse para con los extraños, a quienes también se les debe justicia, de los deberes que impone la filantropía”.

• Las leyes deben proteger la libertad personal, esencia de la democracia.
• “Sin olvidarse con los extraños” es una expresión de su visión amplia y humanista de la democracia, es que la ley debe proteger a todo ser humano, sea o no nacional, que radique en el territorio de la República.

Pero sus ideas democráticas quedan trazadas con mucho más autenticidad y radicalidad cuando nos dice: “La religión predominante en el Estado deberá ser siempre la Católica, Apostólica, sin perjuicio de la libertad de conciencia y tolerancia de cultos y de sociedades no contrarias a la moral pública y caridad evangélica”.

Retoma el tema de la libertad, ahora con mayor fuerza, pues le agrega la palabra conciencia, el derecho a pensar diferente; es claro que se trata de un pensador liberal, y aboga por la tolerancia. En este texto reconoce y defiende la diversidad, pero afianzadas en valores, por eso dice “no contrarias a la moral pública”.

Estamos ante un referente ético, democrático, que predicó con el ejemplo, por eso lo que para algunos analistas es su debilidad, para mi constituye su fortaleza, pues actúo de conformidad a su pensamiento; Duarte no debía jamás actuar como sus contrarios o verdugos porque entonces se igualaba a ellos. De ahí su pureza en el ideal y su grandeza al actuar tal como predicaba.

La cultura de la montonera, del caudillo fuerte, del jefe político-militar que en aras del poder hace “lo que sea” ha dominado el discurso político y de la política, de ahí que ver la pureza y la verticalidad de acción de un hombre como Duarte lo asimilen a debilidad cuando en realidad es grandeza.

Es como admitir que en política todo se vale, dándole la razón a Maquiavelo y Balaguer de que el fin justifica los medios.
Y Duarte, desde la pureza de un ideal y del convencimiento de las reglas de la democracia, en la que creía, no aceptó la presidencia de la República que Mella le ofreció en el Cibao y que los pueblos de La Vega, Santiago, Espaillat, Puerto Plata acogieron, proclamándolo como tal, y sin embargo el patricio planteó que debía celebrarse un proceso electoral en el que Pedro Santana y él se midieran para obtener la voluntad del Soberano. Es el primer civilista del país.

Duarte, el estratega militar. Desde un principio fue un convencido de la vía militar para conseguir la Separación de Haití y consecuentemente proclamar la independencia de la patria y constituir una nación libre y soberana que se denominaría República Dominicana. De ahí que en sus maletas, al regreso al país, vinieran libros sobre el arte de la guerra y el manejo de las armas.
El temple fuerte de Duarte queda manifiesto en su determinación de trabajar para educar, organizar y estructurar un partido (con su estamento militar) desde que pisó suelo patrio en el 1832, sin haber cumplido los veinte años de edad.

Trabajar para ese ideal, bajo un gobierno (y un ejército) de ocupación es tarea de gigante, de hombre con valor y determinación; pues es claro que su vida y las de sus familiares más cercanos corrían graves riesgos.

Y su condición de estratega militar queda demostrada cuando decide enrolarse en el ejército haitiano, de ocupación, en el año 1834, con el propósito de conocer el manejo de las armas y las interioridades del propio ejército que sojuzgaba la patria.

Y en ese interés influye en los demás jóvenes para que se incorporen al servicio militar, pues sabía que el desenlace era violento, dado que a un ejército de ocupación no se le saca del territorio ocupado con poesías ni proclamas, sino con astucia, plomos y adecuadas estrategias militares.

Por eso asumió la conducción del partido duartista con la condición o rango de general y otorgó rangos menores a los demás, de acuerdo a su capacidad militar y nivel de compromiso en el proyecto independentista: Pina, Pérez, Sánchez, Ravelo y Mella son designados coroneles.

Además demuestra una capacidad organizativa impresionante, pues estructura el partido en células de tres, clandestinas, que debían multiplicarse y que los nuevos integrantes no se conocieran directamente para asegurar la continuidad de la estructura partidaria ante cualquier delación o que el enemigo los detectara. En esto se adelanta 74 años al maestro ruso Vladimir Lenin cuando funda el Partido Bolchevique en 1905, mientras que Duarte funda el nuestro en 1838, diez años antes de que se publicara el Manifiesto Comunista.

Como estratega militar se da cuenta de la conveniencia de pactar con los desafectos haitianos al régimen de Boyer, los llamados Reformistas, pues eso le facilitaba las cosas al salir de una dictadura férrea y generar o profundizar las contradicciones entre los haitianos, lo cual debilitaba a los dominadores. Y envía a Ravelo a Puerto Príncipe para pactar con los reformistas, quien no consigue el objetivo, entonces designa a Mella en esa tarea, quien logra el propósito.

Es conocida la escaramuza militar encabezada por Duarte en la Plaza de Armas el 27 de enero del 1843, hoy Parque Colón. Y luego su retirada táctica a San Cristóbal donde conquista al coronel Esteban Roca; organizó las tropas al mando del general Etienne Desgrottes, Duarte como coronel y segundo al mando y vino a la ciudad logrando imponer la rendición del general Alexis Carrié.

Y cuando tuvo que ir a Sabana Buey para junto a Santana repeler las incursiones del ejército haitiano elaboró un plan de ataque, que según Acosta Piña, “consistía en un audaz desembarco en la costa azuana ocupada por los haitianos, para tratar de sorprender el cuartel general haitiano, en Azua, poniendo en peligro la retaguardia del ejército contrario”. Punto desde el cual los haitianos quisieron forzar el cruce de Sabana Buey donde estaba el aguerrido Antonio Duvergé, que nunca permitió el paso de las tropas haitianas, mientras Santana acampaba en Baní.

Teniendo Duarte otra propuesta militar, la que consistía en cruzar las estribaciones de la Cordillera Central, por Constanza, con un buen contingente militar encabezado por él y caer en el valle de San Juan de la Maguana para cerrar el paso a la retaguardia haitiana cuando fuera atacada de frente por Azua, desde Sabana Buey.

Es decir que sus cualidades como estratega militar quedaron demostradas, pero las contradicciones con Santana, quien siempre quiso vender la idea a la Junta Central Gubernativa de que no podríamos vencer a los haitianos para obligarla al protectorado francés, cediendo la Bahía de Samaná, a lo que Duarte se opuso siendo vocal de la misma; hecho que acentuó las contradicciones y llevó a Duarte a ordenar el golpe de estado en la propia Junta y gracias a las traiciones terminó Santana saliéndose con las suyas.

Pero igual en el año de 1864 Duarte vuelve a demostrar su determinación de tomar las armas en aras de restaurar la independencia y nos dice: “si después de veinte años de ausencia he vuelto espontáneamente a mi patria a protestar con las armas en la mano contra la anexión a España llevada a cabo a despecho del voto nacional por la superchería de ese bando traidor y parricida, no es de esperarse que yo deje de protestar (y conmigo todo buen dominicano) cual protesto y protestaré siempre, no digo tan solo contra la anexión de mi Patria a los Estados Unidos, sino a cualquiera otra potencia de la tierra, y al mismo tiempo contra cualquier tratado que tienda a menoscabar en lo más mínimo nuestra independencia nacional y cercenar nuestro territorio o cualquiera de los derechos del pueblo dominicano”.

Volver con las armas en las manos es propio de un hombre decidido, de valor y que sabe de qué habla y por qué lo hace, incorporando al propio tiempo en este texto su impronta antiimperialista.

Y el 21 de abril del 1864, en carta a Ulises Espaillat, le dice: “El deseo de participar de los riesgos y peligros que arrostran en los campos de batalla los que con las armas en la mano sostienen con tanta gloria los derechos sacrosantos de nuestra querida patria…”.

Es ese el Juan Pablo Duarte al que debemos la patria y es ese hombre inmaculado, decidido, lleno de amor por la causa de su pueblo, desprendido en aras de un ideal al que le conmemoramos el bicentenario de su natalicio. Y sobre todo es ese hombre de carne y hueso al que nos inclinamos para reverenciar y quien debe ser siempre la fuente inagotable de inspiración para zurcir las graves heridas de la patria que le han sido causadas por los Pedro Santana y Buenaventura Báez de siempre.

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