FRASE DE DUARTE

“Trabajemos por y para la Patria que es lo mismo que trabajar para nosotros y para nuestros hijos”. JUAN PABLO DUARTE Y DIEZ

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miércoles, 23 de enero de 2013

CARTA A JUAN PABLO DUARTE

EN EL 197 ANIVERSARIO DE SU NACIMIENTO
Por Isaías Medina Ferreira

Nota: esta carta fue escrita por el autor hace varios años y revisada hace tres años. Por considerar que todavía está vigente la reproducimos aquí.

Admirado Patricio:

Como uno de los ciudadanos que gracias a tu esfuerzo, tu abnegación y tus vigilias nació Dominicano, en este aniversario quisiera poder decirte que vivimos en la patria que soñaste, que tu ideario es la guía moral del diario quehacer del pueblo que quisiste libre y que tu obra ingente ha sido verdaderamente apreciada y respetada por los que heredamos la patria que te costó el exilio y la muerte en suelo extraño. Lamentablemente, con tristeza debo informarte que seguimos encallados en las rocas de la insensatez y envueltos en la bruma de la codicia y la avaricia sin límites que nos divide entre los pocos que tienen demasiado y los muchos que no tienen ni esperanza.

De entrada debo decirte —si es algún consuelo para ti, lo cual dudo—, que eres el desconocido más popular en el país que creaste: tu nombre lo llevan calles, puentes, plazas, y hasta en los más apartados pueblitos se desviven por homenajearte; aun en tierras extrañas hay plazas y bulevares que llevan tu nombre. En otras palabras, eres lo que ahora se llama una “celebridad”. Ahí no te hemos descuidado, aunque creo que cuando se te hace un homenaje, es éste sólo un vehículo de notoriedad para quienes explotan el brillo de tu nombre y nada más. Por eso, ¡de mí y otros dominicanos como yo no esperes otro monumento! De esos ya tienes muchos; tantos, que tu símbolo, casi mítico, ha sepultado el verdadero valor de tu obra, que muchos desconocen, y se te identifica ciegamente como “el hombre de los cuartos” (aludiendo a tu foto en el peso devaluado), el del puente grande, las avenidas, las plazas o las calles principales bulliciosas que llevan tu nombre.

Una vez dijiste que servir a su pueblo era la tarea más noble de un ser humano y que la política era la ciencia más bella y pura. Parece ser que los políticos del patio te mal interpretaron, pues servirse ellos primero, con la cuchara grande, es lo más importante, y que nadie les hable de tus “ideas románticas trasnochadas”, pues los tuyos “fueron otros tiempos”, cuando los perros se amarraban con longanizas y los pendejos eran lo suficientemente mensos para ser sinceros y expresarlo en público.

En el vía crucis que hemos vivido desde que junto a tus “Trinitarios” decidiste exponer tu vida en aras de la libertad, excepto por muy breves períodos, el pueblo que soñaste ha sido un rosario de tramas, calamidades y reparticiones, que lo ha dejado exhausto, hipotecado y con un futuro incierto.

En ese sentido, no mucho ha cambiado desde que fuiste víctima, junto a tu familia y tus compañeros, de la saña de tus contemporáneos. Los líderes son más o menos los mismos; entre nosotros han abundado, y abundan, los Santanas y los Báez, los cuales se barajan el poder como si fuera una herencia. De los monstruos Santana y Báez no te hablaré, pues viviste días aciagos por su culpa. Claro, es posible que no sepas que producto de sus acciones hipotecarias y las de un tal Lilís, el país fue invadido en 1916 por el poderoso vecino del Norte y nos legó en una persona de nombre Trujillo —en quien se resumieron todo el mal, la indolencia, la saña, el pillaje y la práctica caudillista que hasta su llegada había sufrido el pueblo— la más sangrienta dictadura imaginable. Por treintiún años sufrimos a esa encarnación del demonio. De él heredamos el paternalismo y la corruptela de rampa ascendente que nos erosiona como mar a playa. Fue tan imponente su influencia, que cambió para siempre nuestra psique colectiva, y aunque hace casi cincuenta años que lo desaparecimos físicamente, sus prácticas de robos sin rubor de los bienes del Estado, siguen tan frescas como cuando él las ejercía, con la sola diferencia de que ahora hay más “gatos”.

Cosa curiosa, durante la dictadura del tal Trujillo llovieron los homenajes y las ofrendas florales en tu honor, lo que hasta hoy nos sigue satisfaciendo como individuos y como pueblo. Hasta hubo uno de sus servidores, un tal Balaguer, que te llegó a llamar “El Cristo de la libertad” y escribió una obra apasionada destacando tus virtudes, las que se encargó en la práctica de pisotear, pues su gobierno autoritario y sanguinario, también producto de otra invasión del poderoso vecino del Norte, fue la antítesis de toda la pureza de tu ideario.

Como te tocó a ti en tu tiempo, miles tuvieron que abandonar el suelo patrio durante la dictadura del tal Trujillo y la de su discípulo Balaguer.

Por supuesto, en este tu suelo no han faltado hombres y mujeres de coraje quienes han enarbolado tus ideales como escudo de lucha. Te acuerdas de Luperón, ¿verdad? Sabes cómo luchó éste contra la anexión; bueno, como él ha habido hombres que en una u otra ocasión han defendido con decoro la integridad de la patria sin importarles su seguridad personal. De esa estirpe de hombres fueron los que en 1959 desembarcaron por Constanza, Maimón y Estero Hondo para combatir a Trujillo, entre los que se destacaba un Mayobanex Vargas, un Juan de Dios Ventura Simó, y otros valientes. Casi todos esos expedicionarios perecieron en su esfuerzo.

Ya antes, en 1916, un grupo de 80 valientes de Mao, encabezados por un Carlos Daniel y un Máximo Cabral, en La Barranquita, habían enfrentado al gigante del Norte sin más armas que unos cuantos fusiles y varios barriles de abejas bien posicionados. De esa gesta resalta la memoria de Pancho Peña cuyos 80 años de edad no le impidieron que se sumara a la lucha, muriendo en la contienda.

La sangre ha lavado la patria muchas veces, querido Duarte. Combatiendo a Trujillo cayeron miles, la mayoría en las ergástulas del régimen producto de las torturas sufridas. Recuerdo el álbum con las fotografías de los torturados que vi en mi adolescencia: ¡qué cuadro horroroso aquel! Hay entre ellas una imagen que jamás he podido borrar de mi mente: la del moreno José Messón mientras era torturado en la silla eléctrica, con los ojos que casi se salían de sus órbitas. Entre los miles de crímenes horrorosos del mal nacido Trujillo está el de las hermanas Mirabal: Patria, Minerva y María Teresa, quienes junto a sus esposos, presos políticos del régimen, combatieron al tirano abiertamente.

Trujillo fue físicamente eliminado 148 años después de tú haber nacido, pero con él no se fueron sus métodos y sus costumbres y producto de ese “trujillismo sin Trujillo”, en 1963, se cercenó en el país el primer ensayo democrático que había encabezado Juan Bosch. El resultado fue que fruto del Golpe de Estado irresponsable y asesino corrió la sangre en tu patria, primero en 1963, con la muerte de Manuel Aurelio Tavárez Justo (Manolo) y su grupo de valerosos compañeros, quienes se internaron en las montañas llamadas Manaclas, por el Rubio, San José de las Matas, y otros puntos del país, con la intención de incitar al pueblo a rebelarse para devolver la democracia al país.

Como continuación de la rebelión empezada por Manolo, la sangre corrió de nuevo en 1965, cuando la patria fue de nuevo pisoteada. En esa ocasión muchos empuñaron la carabina, entre ellos un Caamaño y un Peña Gómez y miles más; pero su esfuerzo fue ahogado, otra vez, como te dije, por la intervención del vecino poderoso del Norte quien nos impuso por 22 largos años al político más enigmático, cínico, indolente, y calculador que haya dado esta tierra: el sanguinario Joaquín Balaguer.

Este señor, Balaguer, con su sapiencia, si en vez de practicar la “zorrería” descarada e indolente como forma de satisfacción a su ego amargado y a todas luces resentido se hubiera dedicado a planificar el futuro del país, no erigiendo obritas aquí y allí como monumentos a su personalidad, pudo haber sido el verdadero Padre de la Patria Nueva; pero, con ciertas excepciones mínimas fue la continuación de su amo Trujillo. Como él, tuvo al país en estado de sitio, y permitió, más bien fomentó, que sus seguidores persiguieran y mataran sin compasión, muchas veces a mansalva, a quienes consideraba estorbos a su política personalista; la lista de muertos es interminable: Orlando, Amín, Otto, el Moreno, Caamaño, Goyito, y centenares más. Del paternalismo que promovió y la corrupción que permitió no te diré nada, pues son legendarios y hasta hoy nos persiguen. Creo que tu República Dominicana es el país más rico del mundo: cada gobierno permite hacerse ricos a cientos y cientos de hombres y mujeres, y seguimos como si nada; tambaleándonos, pero produciendo para saciar el apetito desproporcionado de los llamados “funcionarios” que surgen hambrientos como pirañas cada cuatro años.

De la gesta del 65 hay también una foto inolvidable en que se ve a un mulato dominicano —sin más armas que sus puños cerrados, amenazantes, y un rostro cargado de rabia leonina que parece botar fuego por cada uno de sus poros—, enfrentarse a un soldado norteamericano armado de carabina. Es decir, ¡valor no ha faltado, Duarte!

En resumen, la realidad es que en la patria que creaste ha habido mucha gente valerosa, algunos como tú, sin tacha, pero sin “fuerza”. Ha habido políticos con “buenas intenciones”, pero que al llegar al gobierno, sea por “su pragmatismo muy particular y acomodaticio”, sea por “desconocimiento” o por simple debilidad, se han dejado arropar por la corrupción. Otros ha habido, que “siendo cuervos han cantado como gallinas”—sin dejar de actuar como cuervos—, y ha habido otros, los más, los que han sido deliberadamente malos y corruptos hasta la médula.

El saqueo, el entreguismo y el simple y vulgar robo de los bienes del Estado ha estado y, lamentablemente todavía está, a la orden del día. Y es por eso que te digo que nuestro futuro es incierto. Ojalá y en el bicentenario de tu nacimiento, en el 2013, pudiera decirte: Duarte, “me equivoqué”, la luz brilla de nuevo, hemos encontrado el camino. Por ahora, sin embargo, lo único que puedo presentarte es un cuadro de pesimismo, tenebroso, casi negro, de decaimiento moral infinito.

Por eso, aunque este 26 de enero quisiera darte buenas noticias; una vez más, debo decirte que, lamentablemente, el país que soñaste no se ha logrado. Por lo que me niego a hacerte un monumento, pues de esos ya tienes muchos, y el pedernal, contrario a tus ideales, es frío e impersonal, y no logra más que “allantar” la conciencia y darnos una falsa satisfacción de que hacemos patria, como pretenderán hacer creer los cínicos que depositarán flores en tu honor y hablarán emocionados en este tu día, de quienes me niego a ser cómplice.

Hoy prefiero limitarme a honrar al Duarte vivo de las sentencias sabias, al pensador excelso, al conspirador, al expatriado, no al que se aborrona en las fotos, ni al de las estatuas y bustos que sepulta el cardenillo, o sirve de blanco a excrementos de palomas y pajarillos en los parques.

Tuyo, respetuosamente, un dominicano afligido.

1 comentario:

  1. Había leído esta bien pensada y redactada carta en otro blog, pero no me canso de leerla y cada vez que la leo encuentro cosas que me fascinan. Bien por el autor.
    Miriam Rodriguez

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