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La desaparición de la Unión Soviética y del campo socialista creó una grave crisis político-ideológica en la mayoría de los revolucionarios del mundo. Los partidos comunistas de Europa se apresuraron a cambiar de nombre y a hacerse potable a la burguesía y al capitalismo triunfante. Todo parecía indicar que los pobres del mundo se habían quedado solos, sin sus legítimos defensores.
El mundo bi-polar que conocimos después de la segunda guerra mundial, dividido en áreas de influencia entre dos grandes superpotencias había desaparecido y uno nuevo había surgido,unipolar, dirigido por una sola súper-potencia con el aparato militar más poderoso que jamás haya conocido la humanidad. Sin el contrapeso que significaba la Unión Soviética, con su poderío militar y su poder nuclear disuasivo, el imperio se lanzó sobre los pueblos como ave de rapiña, a fin de apoderarse de sus grandes riquezas petroleras, como en Irak, Afganistán y Libia.
El nombre de Marx, el marxismo, y el socialismo se convirtieron en sinónimos de fracaso. El capitalismo, en su versión neo-liberal y financiera, era la panacea de todos los problemas sociales, políticos y económicos y los pobres no tenían por qué preocuparse porque el libre mercado lo resolvía todo y el estado no debía ocuparse de tener empresas, porque eso estaba en contra del libre comercio. La grave crisis que estalló en los años noventa, y uno de cuyos centros fue nada mas y nada menos que México (precisamente después de haber firmado un tratado de libre comercio con sus vecinos del norte EU y Canadá), seguido con Argentina, se extendió a los países del Asia, dejando claramente establecida la gran estafa que significaba el neo-liberalismo, que no era más que la concentración del 90% de las riquezas en el 1% de la población mundial.
El mundo unipolar se había impuesto y los países pobres estaban pagando las consecuencias. América latina, que vivió en carne viva la década de los ochenta, considerada la década perdida por los expertos y que también sufrió varios golpes de estado, dirigidos y/o apoyados por los Estados Unidos, veía el desarrollo de esa nueva crisis, la de los noventa, sin esperanzas y con ninguna fe en el futuro. La Revolución Cubana vivía el periodo especial, y para muchos sus días estaban contados. Pero gracias a las sabias directrices de su comandante en jefe y la comprensión de su pueblo pudo salir airosa de esa dura prueba a que fue sometida.
Fue la grave crisis económica, y el ejemplo de la revolución cubana, lo que inspiro la última revolución del siglo XX y la primera del siglo XXI, la Revolución Bolivariana y el Socialismo del Siglo XXI . Es después del triunfo de Hugo Chávez que gran parte de América latina comenzó a escoger y elegir democráticamente gobiernos de clara tendencia izquierdista o progresista, como el caso de Ignacio Lula da Silva en Brasil, los Kishner en Argentina, Evo Morales en Bolivia, Daniel Ortega en Nicaragua, Rafael Correa en Ecuador y por último Ollanta Humala en Perú.
Mientras esa tendencia crecía y se fortalecía con diferentes matices en América, en nuestro país el derrotero político marchaba en sentido contrario, siendo evidente el giro hacia la derecha, tanto en los partidos tradicionales, como en amplios sectores de la intelectualidad progresista, así como también en algunos de los grupos de la llamada izquierda revolucionaria.
En la década de los sesenta, setenta y hasta mediado de los ochenta, el PRD apoyaba algunos movimientos sociales y reivindicaciones populares. Hablamos del PRD de la Revuelta de Abril. Y aunque fuera de la boca hacia fuera, cuando el Dr. Peña Gómez estaba vivo ese partido se podría decir que, en comparación con el reformista, sostenía posiciones más o menos de avanzada.
El Partido de la Liberación Dominicana, PLD, partido que fundó Juan Bosch como el antítesis del PRD (del cual también fue fundador en la habana en 1939), un partido de cuadros formados en la práctica y en círculos de estudio, donde se le enseñaba a los miembros a ser puntuales, a cumplir cualquier tarea con responsabilidad por simple que esta fuera, a ser honesto en el manejo del dinero que cobraban de las finanzas y la venta del periódico Vanguardia del Pueblo, el peledeísta debía ser luz en su casa y luz en las calles. Tenía que ser y tener una vida ejemplar. La política interna estaba vinculada a los mejores intereses populares y en el orden internacional la política peledeísta estaba alineada con la defensa de la revolución cubana y de la lucha del pueblo de Vietnam contra la agresión americana.
Es decir, el PLD se inclinaba por una política abiertamente anti-imperialista. Su líder Juan Bosch se declaró marxista y partidario del socialismo. Veamos que dice Juan Bosch en el discurso que pronunció en el segundo congreso PLD celebrado en el año de 1983: “El PLD debe seguir en el orden internacional una política de no-alineamiento, es decir de independencia nacional, soberanía e integridad territorial, de lucha contra el imperialismo y el colonialismo, el neo-colonialismo, el racismo, comprendido el sionismo y cualquier tipo de segregación racial, así como toda forma de expansión, ocupación y dominación extranjera y por la paz y la distensión internacional.”
Pero hoy ese partido es el heredero del pensamiento político del Dr. Balaguer y se coloca a la extrema derecha del espectro político dominicano, llegando su presidente Leonel Fernández al colmo de sugerir que tropas norteamericanas se establecieran en la frontera dominico-haitiana, cosa que ni siquiera el Dr. Balaguer se atrevió a proponer jamás. Además, en el ejercicio del poder los gobiernos peledeístas han ejecutado a cabalidad el modelo neoliberal. La derechización del PLD es más que evidente.
La izquierda dominicana, que ha producido hombres de la talla de Manolo Tavarez Justo, Maximiliano Gómez (el moreno), Amaury German y otros que sería prolijo mencionar, se debate entre los que descaradamente se han pasado a la derecha y los que persisten en una política errada de enfrentamiento violentos a ultranza, sin entender lo dicho por Fidel Castro en una entrevista que le hicieron en buenos aires en el 2003 cuando dijo: “El que se ponga a pensar que en la actual situación los problemas de este hemisferio podrán ser resueltos mediante el uso de las armas estaría razonando en términos prehistóricos.”
Es decir, la lucha en estos momentos es política y hay que prepararse para eso, y las famosas huelgas generales, barriales o sectoriales se deben hacer para conseguir conquistas en el orden democrático, que favorezcan la lucha del pueblo y fortalezcan sus convicciones democráticas. La pregunta obligada seria: ¿que ha aprendido el pueblo dominicano con los miles de paros que han hecho los grupos populares y, en términos electorales, cuántos votos suman a una posible candidatura municipal o nacional?
El péndulo dialéctico en que se debate la izquierda dominicana (con algunas excepciones) entre la preparación de la lucha armada a ultranza (“porque no hay otro camino”) y la colaboración despreciable y oportunista de otros con los gobiernos del PLD y el PRD, junto con la indiferencia cómplice de la intelectualidad, no le permite ver más allá de sus narices ni entender que el escenario político ha cambiado.
¿Cuál es el panorama político internacional? ¿Qué hicieron el Frente Farabundo Martí en El Salvador y las guerrillas guatemaltecas? Se integraron a la lucha política en su sus respectivos países y esa es la línea que han adoptado la mayoría de los grupos revolucionarios en el mundo. ¿O no bastan los ejemplos del IRA en Irlanda del norte y más recientemente la ETA en España? Hay un vínculo indisoluble entre la ultra izquierda y la derecha y ha sido una constante histórica de que ambas tendencias coincidan en sus planteamientos estratégicos, abiertamente contra-revolucionarios.
Es por eso que en el fondo el ultra-izquierdismo no es más que una posición de derecha camuflada. Hoy los intelectuales dominicanos, que deberían estar al frente del proceso, por lo menos desde el punto de vista ideológico y teórico, trazando el camino, estudiando la realidad actual del pueblo, sus anhelos, aspiraciones, se van por el camino más cómodo: el de vivir de su pasado histórico, de lo que una vez fueron pero que ya hoy no es. No entienden la sociedad en la cual viven y los cambios que se han producido los interpretan cómodamente, para que nada altere su status y su vida cómoda, de pequeño burgués en coincidencia con Teodoro Pekof y Douglas Bravo en Venezuela, quienes afirman que las diferencias entre izquierda y derecha desaparecieron, y por lo tanto han declarado la guerra al gobierno revolucionario de Hugo Chávez.
Es por esas razones que hay que inventarse peligros donde no los hay y usar una terminología verborreica que solamente ellos entienden y pueden explicar como la “dictadura constitucional” o la revolución inminente, cuando lo que procede es que se unieran a uno de los proyectos alternativos y los ayudaran a crecer. Era preferible apoyar a uno de los partidos tradicionales desde una supuesta posición de izquierda, olvidando lo que significó en términos de corrupción el gobierno de ese candidato.
Yo desearía estar equivocado, mas sin embargo coincido con mi hermano Rómulo Díaz, cuando definió el apoyo de los intelectuales dominicanos a la candidatura de Hipólito Mejía como una posición de derecha y oportunista. Pero esa es la amarga y cruda realidad. Mientras nuestra América gira hacia la izquierda, tratando de desarrollar una sociedad justa y más equitativa, amplios sectores de la izquierda dominicana giran vertiginosamente hacia la derecha, como quien resbala en una pendiente enjabonada.
La palabra socialismo, hasta hace poco sinónimo de fracaso, fue reivindicada por un hombre valiente, con el coraje y la convicción necesaria y suficiente para decir que la revolución social que dirige en su país Venezuela es una revolución socialista, y que ellos estaban construyendo el socialismo del siglo XXI. Ese nuevo fantasma comenzó a recorrer el mundo, despertando los pueblos y atemorizando el imperio. La República Dominicana es una isla, pero no está aislada del pensamiento social dominante en América Latina y el pueblo hará suya esas ideas y nadie podrá impedir esos cambios: ni la izquierda derechizada ni la derecha propiamente dicha.
El autor es un militante revolucionario dominicano.
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