Por Andrés L. Mateo
Estoy enfermo del virus de la gripe y releo en mi cama a Norberto Bobbio, un filósofo y cientista social italiano a quien en vida siempre seguí en sus reflexiones.
Cuando en el 1994 Norberto Bobbio publicó su libro “Derecha e izquierda”, la llamada crisis de las ideologías había barrido toda certeza absoluta respecto de las trampas lingüísticas en las que cae el debate político.
Bobbio recapituló un análisis erudito de la díada clásica, e introdujo “el tercero incluido”, ese espectro que aparece en el centro, y que se puede mover tanto a la izquierda como a la derecha.
Pero la complejidad de lo real lo obligó a pensar las características de una y otra posición, que como se sabe, comenzaron siendo una metáfora espacial totalmente casual, en el seno de la Revolución francesa de 1789; y que pese a tantos cambios vividos aún sirven para definir las prácticas políticas y sus orientaciones.
Después de un largo recorrido reflexivo, confrontando descripciones y valores respecto de los vocablos “Izquierda y Derecha”, y discutiendo con numerosos autores la aventura conceptual de estos términos, Norberto Bobbio establece la pertinencia que separa a ambos:
“De las reflexiones realizadas hasta aquí, (…) resultaría que el criterio más frecuentemente adoptado para distinguir la derecha de la izquierda es el de la diferente actitud que asumen los hombres que viven en sociedad frente al ideal de la igualdad, que es, junto al de la libertad y al de la paz, uno de los fines últimos que se proponen alcanzar y por los cuales están dispuestos a luchar”.
Igualdad no es igualitarismo, y en el espíritu analítico del libro es el ideal sumo para la convivencia en la vida social.
¿Por qué en todas las encuestas internacionales, y en lo que revela las prácticas de gobiernos locales, los dominicanos terminan siendo mayoritariamente de derecha o conservadores?
Simplemente porque a lo largo de nuestra vida republicana hemos construido una de las sociedades más desiguales. Somos el tercer país en inequidad social en el mundo. La larga tradición autoritaria ha legitimado como un estado de naturaleza los grandes abismos que nos separan. Y no hay proyectos sociales a la vista.
El PRD y el PLD, opciones de poder, compiten por el reinado del conservadurismo, y las élites de los poderes fácticos en nuestro país nunca han ligado su propia supervivencia al grado de equilibrio de la justicia social.
Lo que nos sobran son proyectos individuales. Más de cincuenta años de crecimiento y no hay desarrollo. Los políticos conservadores se roban el dinero público como algo natural, y repetimos el ciclo de miserias y precariedades. La desigualdad concebida como algo genético, signo de la derecha, es nuestro telón de fondo.
Nuestro conservadurismo de derecha proviene de un resultado concreto: la imposición de la desigualdad como un orden histórico inalterable. No hay más que ver a todos esos “liberales” prostituidos tan pronto llegan al poder, o haciendo concesiones para encaramarse en el dominio del Estado.
Un PRD travesti despojándose de sus arreos liberales. Un PLD trasquilado y convertido en un verdadero archipiélago de intereses individuales. Es como si la maldita historia circular nos destinara a ser la piedra de Sísifo, que sube y vuelve a bajar.
¿Y por qué no ahora que el PRD se desbanda y el PLD es una factoría de corruptos, y la gente percibe la necesidad de un cambio, muy a pesar del aturdimiento que ha producido la preponderancia del autoritarismo; no surge una opción de izquierda? ¿Por qué hemos sido tan incapaces de construir una opción de poder distinta a la tradición conservadora, y empinarnos en “la diferente actitud que asumen los hombres que viven en sociedad frente al ideal de igualdad”, como dice Bobbio?
Al menos leer a Bobbio nos puede ilustrar el por qué no somos de izquierda, y tal vez dejemos de ser tan de derecha.
Proyecto Duartiano comprometido en la lucha por una verdadera independencia del pueblo dominicano
FRASE DE DUARTE
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