ESTAR EN LA OPOSICIÓN NO SIGNIFICA SER ALTERNATIVO
Por Pedro Payano-Safadit
En la República Dominicana es común en muchos medios informativos definir a los partidos pequeños que en un momento determinado se oponen al gobierno de turno, como organizaciones alternativas. Pero esa interpretación no expresa el verdadero significado político de la palabra. No toda oposición al gobierno significa un cuestionamiento a toda la sociedad ni contiene una determinación para transformarla. Además, estos partidos o movimientos no son homogéneos y, por ende, tienen distintas interpretaciones sobre el qué hacer y la visión de la sociedad a que aspiran.
Si la intención es adecuarse al período post Guerra Fría para sustituir la palabra izquierda, no es del todo acertada, puesto que uno de esos partidos, Dominicanos por el Cambio, no se considera ser parte del movimiento progresista. Mucho menos pueden serlo aquellos que han sido aliados en los últimos 40 años, de los tres partidos que han sido responsables de conducir a nuestro país por un rumbo equivocado. No hay fuerza moral para decir lo contrario.
Ahora bien, tenemos que reconocer que hay varios grupos pequeños que sí podrían identificarse como progresistas o alternativos. ¿Tienen el mismo significado ambos conceptos? No exactamente. Si bien todo lo alternativo es progresista, no necesariamente todos los progresistas tienen un pensamiento y acción alternativos, aunque usualmente se usan como sinónimos.
Ser progresista en la actualidad, no significa necesariamente lo mismo en Europa, América Latina o Estados Unidos. Aunque tengan demandas comunes, el ejercicio político se desarrolla en un espacio y particularidad diferente; es decir, responden a sus propias necesidades económicas, políticas, sociales y culturales.
Algunos desconocen, por ejemplo, que dentro del Partido Demócrata de Estados Unidos, hay una corriente radical que se identifica públicamente como progresista. Incluso, el sector conservador del Partido Republicano aprovecha cualquier oportunidad para acusarlos de “izquierdistas-socialistas”. Hay otro sector progresista más tradicional que se enfoca principalmente en romper el bipartidismo y lograr reformas económico-sociales pero desde una posición centrista.
En nuestro país, la defensa del medio ambiente, la lucha por la democratización de las instituciones del país, la protección de los productores nacionales, el derecho de la mujer a tomar sus propias decisiones con su cuerpo, son expresiones del movimiento progresista dominicano. Pero ninguna de estas luchas cuestiona por sí sola, el tipo de sistema imperante ni tampoco aboga por su transformación.
Incluso, hoy día no basta con ser partidario del cambio social si no se tiene como referente la democracia, de lo contrario se podría estar aspirando a dos modelos diferentes, uno de los cuales ya fracasó.
La aspiración de un mundo mejor tampoco puede estar planteado en los términos de la tradición religiosa, como supuesto “paraíso terrenal”, sino como aspiración legítima de la humanidad para mantenerse en permanente lucha por alcanzar la libertad, la igualdad y el derecho a la suprema felicidad social.
Aquellos que siguen manejando las herramientas teóricas del pasado como verdades eternas, nos llevan a la conclusión de que están aspirando al modelo equivocado, aunque quieran disfrazarlo con fraseologías; en realidad, representan lo viejo en vez de lo nuevo. Y algunos que con palabras reivindican lo nuevo, con sus prácticas reproducen más de lo mismo. Por más que invoquen una ideología, una teoría política o una retórica radical sin propuestas tangibles que sólo encuentra oídos sordos en la población, no podrán contribuir a hacer realidad a lo que supuestamente aspiran. Y es que darse golpes de pecho para hacer acto de fe ya no tiene el simbolismo que tuvo en las décadas de los 60 y 70.
Tampoco los líderes predestinados ni las estructuras burocratizadas representan el nuevo camino, aunque tiene una gran influencia en nuestra cultura política.
Ser una fuerza alternativa en el contexto actual, según nuestra interpretación, implica ser partidario de un cambio de paradigma en lo social, económico, político y cultural, así como en la concepción orgánica partidaria y su relación y vinculación con la sociedad. Es aniquilar la concepción política paternalista que mutila la creatividad, las iniciativas y participación directa de la mayoría del pueblo que no tiene dolientes. ¡Basta ya de sustituirlo! La única garantía para que el país cambie de rumbo, es la participación directa de la ciudadanía en el ejercicio del poder.
Eso significa, una concepción moderna sobre la articulación con el sujeto ciudadano. Exige a la vez, una nueva actitud y tipo de discurso, así como un lenguaje nuevo (muy importante el léxico) que se corresponda con las condiciones de hoy, y que además, la ciudadanía lo pueda entender y asumir. Los nombres, lemas y consignas deberían también ser el resultado de esta nueva realidad. No necesariamente hacemos las cosas por gusto sino por el resultado que podamos obtener.
Pero por más que queramos dar nuestra interpretación de lo que significa ser alternativo, sabemos que sólo tendrá valor para los que andamos buscando respuestas sin ideas preconcebidas de un pasado superado; es un marco referencial que nos servirá como guía para nuestras actuaciones. Cada tendencia tiene su propia definición y prácticas políticas, y no podemos de ninguna manera, establecer un camino tratando de convencerlos de que cambien sus formas de actuar y pensar. Por eso, nos cuidaremos para no trazarle pautas a nadie. Que cada quien haga lo que crea que tiene que hacer. La historia reciente nos ha enseñado que es mucho el tiempo que se ha perdido tratando de convencer a los otros del qué hacer, en vez de uno mismo construirlo, día a día, aquí y allí, aunque sea poquito a poquito.
En esa dirección, no nos corresponde colocarle apellidos a nadie. Los títulos no definen la visión, la convicción, el carácter ni la voluntad política; por sus frutos los conoceréis.
En síntesis, ser alternativo no es una intención, sino un propósito de vida para rescatar al país del rumbo equivocado que lleva.
El autor es educador y politólogo
Proyecto Duartiano comprometido en la lucha por una verdadera independencia del pueblo dominicano
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Estimado compañero Pedro, quisiera peguntarle, ¿Cuál de los “dos modelos” fracasó? ¿A qué o quienes denominas “lideres predestinados”? Me gustaría saber si incluyes a Guillermo Moreno en esa lista. Por otra parte, todos los revolucionarios abogamos por “la participación directa de la ciudadanía en el ejercicio del poder”. La clave está en cómo hacerlo, quién o quiénes están en disposición y condiciones de hacerlo.
ResponderEliminarRomulo
Gracias por tu respuesta, compañero Rómulo. Me pareces que desde el mps ya tu sabias el modelo que había fracasado. Por igual, tú más que nadie entiende lo que significa lideres predestinados en nuestro contexto histórico. Es una herencia negativa de nuestra realidad histórico-social. Esto es una actitud, una línea de comportamiento que es aceptado como normal como resultado del bajo nivel de conocimiento de los militantes y, sobre todo, de la categoría pueblo. No es mi trabajo ponerle etiqueta a nadie. No tengo lista. Cada quien, con su práctica, demuestra lo que realmente es. Incluso, no cuestiona si la persona es buena o mala. Ese no es el asunto. Después podremos conversar sobre esto o escribir un artículo cuando tenga el tiempo. Por otro lado, tú fuiste que mencionaste a Guillermo Moreno, ¿consideras tú que él es un ejemplo viviente del nuevo tipo de caudillismo en nuestro país? En cuanto a cómo hacerlo, estamos de acuerdo contigo, por eso creemos que no podemos seguir usando las herramientas oxidadas del pasado. Necesitamos hacer cambios y ser capaces de comprender lo que está pasando en el día a día para darle respuesta.
ResponderEliminarCon aprecio,
Pedro
30 de agosto de 2012