Por Pedro Payano
El pacto
político por la impunidad entre las dos facciones del PLD para prolongar
indefinidamente el continuismo de ese partido, es una tremenda oportunidad para
la oposición cohesionarse y derrotarlo en las elecciones del 2016.
Ese es el
gran reto que hay por delante.
Esta
reflexión nuestra podría parecer el pensamiento de un iluso para los que ya dan
por descontado la reelección del presidente Danilo Medina.
Creemos
que esta posibilidad existe porque sabemos que en la lucha política no hay
contrarios invencibles, que los “absolutos” son en realidad transitorios.
Candidatos
a quienes nadie daba posibilidades de éxito, han sorprendido ganando.
La
historia nos muestra numerosos ejemplos. ¿Quién apostaba en diciembre del 2003
que el afroestadounidense Barack Obama le ganaría la convención demócrata a
Hillary Clinton, mucho menos que ganaría la presidencia de los Estados Unidos?
El mejor ejemplo de sorpresas electorales fue la del presidente Harry S.
Truman, candidato demócrata en las elecciones de 1948.
Toda la
opinión pública daba ganador al candidato republicano Thomas E. Dewey, quien
contaba con el apoyo de más de 500 periódicos que representaban el 78% de la
circulación nacional; mientras que Truman contaba con solo el 10%.
Incluso,
las apuestas daban 15 contra 1 a favor de Dewey.
La
percepción a favor del candidato republicano era tan grande que muchos
periódicos escribieron en sus portadas los titulares sobre su triunfo para
publicarlo al otro día de las elecciones.
Ni
siquiera los que estaban al lado de Truman pensaban que podía ganar.
Algunos
podrían argumentar que son realidades y épocas diferentes. Es cierto, pero los
patrones que determinan el éxito no tienen fronteras. Es una actitud y una
disposición de lucha para alcanzar los objetivos.
¿Qué
sucedió en 1978? Muchos, incluyendo la mayoría de la izquierda, creían que era
imposible derrotar a Balaguer por medio del voto.
Esa
izquierda vivía una fantasía política. Es más, en el fondo prefería que todo
siguiera igual para seguir usando el antibalaguerismo como bandera de lucha.
Sus
esquemas eran tan profundos que les impedían comprender las conexiones
internacionales que Peña Gómez había creado para detener cualquier intento de
Balaguer para mantenerse en el poder.
Si Peña
Gómez se hubiera cruzado de brazos ante la supuesta invencibilidad de Balaguer,
no se hubiera logrado un cambio de gobierno que permitiera una apertura política.
En la
lucha política se producen cambios constantemente; surgen variables que inducen
a la población a cambiar su percepción sobre una situación determinada o sobre
una imagen pública.
Según las
encuestas, el presidente del país se encuentra hoy con un alto nivel de
aceptación.
Pero eso
podría variar en los próximos meses.
Sobre
todo, cuando esta percepción ha sido manipulada por una extraordinaria
maquinaria mediática del gobierno.
Han
malgastado millones de pesos del erario comprando voluntades y adhesiones para
controlar la opinión pública desde todos los espacios posibles.
Incluso,
los estrategas danilistas, en su afán para lograr la reelección, con artimañas
contribuyeron a profundizar el descrédito del presidente de su partido, para
menoscabar permanentemente su liderazgo, y controlar definitivamente el aparato
partidario.
Esta
fracción, para conseguir sus objetivos está dispuesta a jugarse el todo por el
todo.
Esa
maquinaria ha logrado en parte su cometido, desenfocando al pueblo de su propia
realidad y proyectándole como única alternativa el “cuco” de Leonel o el
“bonachón” de Danilo.
En 1970,
aprovechando el secuestro de Donald J. Crowley, Balaguer presentó el camino del
abismo o el de su candidatura.
Esas
estrategias han tenido éxito cuando hay una ausencia de una fuerte oposición, y
carencias de propuestas alternativas.
Esa
debilidad es la que ha aprovechado hasta ahora el danilismo. También le ha
favorecido, la actitud complaciente con Danilo por algunos líderes opositores,
que estaban esperanzados en recibir el apoyo electoral de los peledeístas
descontentos con Leonel, en el supuesto caso que este hubiera sido el
candidato.
Ahora
bien, “nuevos vientos han comenzado a soplar” en los últimos meses.
Ha
surgido una coalición opositora de partidos y movimientos llamada Convergencia
por un Nuevo País, que ya ha establecido un proceso para definir las bases
programáticas; no es una simple alianza de grupos o personas, sino la
identificación con un proyecto de país. Además, esta coalición ya cuenta con un
candidato presidencial: Luis Abinader, quien ha consolidado su liderazgo con el
apoyo dado por el PRD a la reelección.
El PLD no
tiene nada nuevo que ofrecer, que no sean las dádivas, el clientelismo y la
impunidad. Ese es su Talón de Aquiles. Pese a esto, la oposición no puede
competir de igual a igual con el poder económico de ese partido.
Solo es
posible vencerlo si pone en práctica nuevas formas novedosas de organización y
participación, desarrollando una campaña política activa no tradicional, basada
en organizaciones de base que recorran el país, palmo a palmo, casa por casa;
que tengan un cara a cara con toda la población y se fusionen con ella.
Esta
modalidad política, además de educar y lograr la participación ciudadana en sus
reclamos, contribuiría a integrar nuevos voluntarios.
Por
igual, el discurso de la oposición no puede circunscribirse a la mera crítica,
sino a plantear soluciones.
No basta
tener un discurso ético-político para despertar a la ciudadanía; el desafío es
lograr que tenga sueños y esperanzas para que se empodere y asuma el control de
su futuro.
Si bien
la oposición debe aprovechar las insatisfacciones y contradicciones en el seno
del PLD; el cambio de la constitución para satisfacer intereses grupales; la
componenda para proteger a los corruptos; lo fundamental es diferenciarse del
camino transitado por el PLD, con un proyecto que signifique una ruptura con el
anacrónico actual modelo político-económico, que ha mantenido a la mayoría de
la población excluida de sus derechos fundamentales.
Si Danilo
cuenta con el poder del estado para intentar reelegirse, la oposición tiene a
su favor la razón, la voluntad política, y la visión de una sociedad más
incluyente y de oportunidades para todos.
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