Por Rosario Espinal
Para las elecciones de 2016, la oposición estará
constituida por todas las organizaciones políticas que no formen parte del gran
pacto que promueve el PLD. De esas organizaciones, la de mayor base electoral
es el PRM por ser un desprendimiento importante del PRD. La segunda, según las
mediciones de encuestas, es Alianza País. Luego hay varios partidos
minoritarios de poca trascendencia electoral, pero cuya presencia en una
alianza opositora proyectaría fortaleza unitaria.
El PLD, como eje del polo gobiernista, cuenta con amplias
ventajas electorales. Primero, el presidente Danilo Medina ha mantenido alta
aprobación en su gestión, y aún sufra deterioro, difícilmente se desplome el
apoyo antes de mayo 2016. Segundo, el PLD cuenta con vastos recursos del Estado
para dispensar favores clientelares en la campaña, y no hay motivo para pensar
que no hará uso de esos recursos nuevamente. Tercero, de cuajar el pacto
PLD-PRD-PRSC, esos tres partidos controlan el 80 por ciento del financiamiento
público. Cuarto, el gobierno controla todas las instancias judiciales y
administrativas que inciden en el proceso electoral.
Ante esta situación, para no hacer el ridículo, la
oposición tendría que manejarse con mucha inteligencia política, cometer pocos
errores, generar mucho entusiasmo y lograr unidad. ¿Puede hacerlo? Es una gran
interrogante de este proceso electoral. Y aun cumpliendo con estos cuatro
requisitos, el camino hacia la victoria está lleno de dificultades por las
razones antes enumeradas.
A su favor, la oposición tiene varios factores. Primero,
la confrontación en el PLD fue remendada, no solucionada. Segundo, la debilidad
electoral del PRD y del PRSC genera un vacío que puede llenar otra fuerza
política. Tercero, si se concretiza la alianza PLD-PRD-PRSC, muchos activistas
buscarán una organización alternativa para ser nominados, porque sólo una
minoría de perredeísta y reformistas se beneficiaría con posiciones. Cuarto, el
desencanto que ha producido en un segmento de la población la forma chabacana
en que se ha procedido a modificar la constitución volcará votantes hacia la
oposición (la palabra constitución aparece aquí con minúscula porque no merece
mayúscula en República Dominicana).
Todos estos factores favorables a la oposición pueden
ser, sin embargo, opacados por las ventajas del PLD y su coalición. De ahí la
magnitud del desafío.
Para salir bien posicionada de las elecciones de 2016,
aun no gane, la oposición tiene que unirse. Si las cabezas persisten, como ha
sido su trayectoria, en querer ser todos candidatos presidenciales, serán
aplastados como cucarachas por el PLD. Eso es adverso a la democracia y a las
mismas organizaciones políticas. Solo la unidad y la capacidad de establecer
compromisos programáticos y estratégicos podrían salvarles de una debacle
electoral.
La oposición necesita gran inteligencia política no solo
para lograr la unidad, sino también para presentar al país un plan político que
entusiasme la población y la motive a votar por ellos. La mera crítica al
gobierno del PLD no será suficiente para entusiasmar a muchos. El país no vive
un momento de crisis económica aguda que produzca un movimiento espontaneo de
“e’ pa’ fuera que van” como sucedió en el 2004. Hay desánimo político, pero
hasta ahora, la carencia de opciones ha beneficiado grandemente al PLD.
Para revertir esta situación, la oposición tiene que
trascender el divisionismo y la miopía política, y generar expectativas de
cambio creíble con nuevas ideas y energías. Necesita florecer y ofertar nuevos
colores a un país ensombrecido por la corrupción, la impunidad, la pobreza, la desigualdad,
la ineficiencia, la desfachatez, y el oportunismo patrocinado por un amplio
espectro de las fuerzas políticas. He ahí el desafío.
Artículo publicado en el periódico HOY
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