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domingo, 21 de julio de 2013

¿SE QUEDARÁ EL PRD DE BRAZOS CRUZADOS SI LO ARRINCONAN DEFINITIVAMENTE?

Tyson, Hollyfield y el cardenal
José Figuereo

Cuando se anunció la pelea entre Evander Hollyfield y Mike Tyson, en noviembre del 1996, los ojos del mundo deportivo se centraron en ese evento. Y no era para menos, pues un boxeador eminentemente técnico, algo viejo y con problemas de salud, osaba enfrentarse a una máquina demoledora de hombres, probada hasta la saciedad.

El mundo vio la pelea, se puede decir. También recuerda cómo terminó. Mike Tyson fue descalificado deshonrosamente porque mordió la oreja izquierda de Evander Hollyfield. Así, la pelea más atractiva del año terminaba de una forma grotesca. Tyson fue condenado no solo por el 'arbitro' que dirigió la pelea, sino por todos los medios de comunicación dedicados a las crónicas deportivas.

Pero, ¿qué fue lo que desencadenó ese tremendo fiasco? El asunto éste es interesante y vale la pena destacarlo. Lo que lo desencadenó fue la frustración de un boxeador que fue a una pelea con sus propias habilidades, listo para llevarse el triunfo por los medios que las reglas establecen. Ese boxeador, Mike Tyson, se encontró con una situación adversa e ilegal contra la que no tenía más armas que el reglamento boxístico. Después de haber recibido varias cabezadas, recurrió al árbitro intentando detener el comportamiento ilegal de su oponente, pues corría el riesgo de sufrir una cortadura que pudiera, luego, costarle la pelea. Tyson no fue escuchado y se le exigió que volviera a la pelea.

La situación se presentó una segunda vez, con los mismos resultados: Tayson no fue escuchado y se le ordenó que volviera a la pelea.

A la siguiente vez de recibir un cabezazo de parte de Hollyfield, Tayson recurrió a sus dientes. Le arrancó un pedazo a la oreja izquierda de su oponente ante la mirada atónita de todos. Fue descalificado. Perdió la pelea por comportamiento no deportivo.

Todavía hoy sigue siendo perseguido por esa acción. Ha pedido excusas a Hollyfield y al mundo deportivo, a pesar de que sabía perfectamente que su reacción fue el producto de una situación anómala en la que le eran denegados sus derechos.

Una parte del PRD siente que ha sido burlado en todos los escenarios a los que puede ir buscando justicia en el problema interno que afecta a ese partido. Es evidente que no tiene más recursos a los que apelar y siente que debe exigir ante la sociedad que su caso sea tratado con responsabilidad y justicia. Y para exigirle justicia a la sociedad no puede hacerlo desde los aposentos de sus casas, sino desde las calles, justo al frente de las “Altas Cortes”. Así se hace en todo país organizado.

El cardenal Nicolás López Rodríguez dice que esos dominicanos no tienen derecho de protestar en las calles ante la sociedad

Creo que la sociedad debe intervenir en este problema antes de que alguien le arranque la oreja a alguien. La sociedad dominicana debe entender que no se puede vivir ante tanta denegación de justicia sin que se tenga que pagar un precio por ello. En este punto, la indiferencia rallaría en la irresponsabilidad.

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