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viernes, 28 de junio de 2013

SARTRE EL HOMBRE LIBRE QUE NO LOGRÓ LA LIBERTAD

Por Héctor Miolán

“La consecución de la libertad sigue siendo un problema para millones de seres humanos, no así para los animales que aunque sufran lo contrario sin saberlo, la sienten cuando la pierden. Pero los seres humanos al igual que los animales en su mayoría, no tienen la libertad porque a una gran minoría poderosa, no le interesa, ¿Entonces, dónde está esa minoría? Esa es la tarea nuestra, identificarla. Sartre murió libre a su manera, pero no logró la libertad que quería y deseaba para muchos, aunque lo dijera desde su incomprensiva filosofía existencialista”.

Jean Paul Sartre tendría 108 años de vida este pasado 21 de junio del presente, pero no es así, porque murió a los 75 en su gran París, donde revoloteó tanto a las estructuras políticas, culturales y por consiguiente a la partícula intelectual con toda su gran dimensión, como la tenía, como definían a París la capital del siglo veinte, y no era falso, era cierto porque allí se reunían grandes del arte y la cultura como Pablo Picasso, Dalí; pero el giro central, la brújula tenía en su centro un solo norte llamado Jean Paul Sartre. Llegó a sustituir instituciones políticas, como al PCF, prácticamente aplastó a varios intelectuales de izquierda, no por incapacidad de estos o mediocridad, como sugiere un soberbio argentino seudosartriano, sino por la característica de la época europea de grandes angustias existenciales. Este de derecha al fin, me refiero José Pablo Feinmann, quien en su programa de filosofía encuentro despotrica contra los marxistas en vana intenciones de elevar a Sartre. En realidad éste lo que hace es enredarse en la maraña de la telaraña, que era el pensamiento de Sartre, telaraña bien construida porque este escribía como reconoce Feinmann de todo.

Sartre puso al mundo intelectual francés en principio y por consiguiente al mundo en su totalidad a dudar, a dubitar con el oxímoron, de que nunca fueron tan libre los franceses, que cuando estuvieron invadidos por los alemanes, eso lo pronunció después de la segunda guerra mundial en 1945. Cito textualmente:

“Jamás fuimos tan libres como bajo la ocupación alemana. Habíamos perdido todos nuestros derechos y, ante todo, el de hablar; diariamente nos insultaban en la cara y debíamos callar; Nos deportaban en masa, como trabajadores, como judíos, como prisioneros políticos; por todas partes, en las paredes, en los diarios, en la pantalla, veíamos el inmundo y mustio rostro que nuestros opresores querían darnos a nosotros mismos: a causa de todo ello éramos libres.”
Sartre, J.P. La República del silencio, pág.5, Editorial Losada, SA, Buenos Aires, 1960.

La primera frase ha sido la más altisonante, citada multiplicidad de veces, por muchos autores. Se sabe de inmediato que Sartre busca con esto, provocar en los demás, cuestionamientos de la realidad pasada, presente y la futura que estaba por llegar. Logró el gran autor cumplir su objetivo filosófico y político desde su filosofía del existir, desde esa filosofía individualista, esa filosofía que estaba preñada de mucho idealismo, de mucho teísmo, pero que él logra torcer hacia el ateísmo, junto a su inspirador Heidegger, filósofo de derecha. Es curioso en cuanto éste filósofo protonazi, que fuera ateo, cuando se piensa que los ateos son todos de izquierda. Dejo aquí ese comentario.

Para adentrarme en Sartre, quien a pesar de no compartir con su filosofía, filosofía pura, sí comparto con él su moral política, así lo demostró en la defensa de la causa argelina; causa que después de tantos años al parecer sigue siendo una pesadilla para el mundo político e intelectual francés, así lo da a conocer un filosofo joven, anarquista a mi consideración de derecha, Michael Onfray, quien recientemente ha reivindicado a Camus frente a Sartre en torno a la vieja polémica que sostuvieron estos filósofos-literatos.

Pocos pensaban que Sartre podría provocar latentes contradicciones, aún después de su muerte en 1980, en Francia y el mundo se sigue pensando en la libertad, en la defensa del derecho individual; el anarquismo sigue cobrando fuerzas en casi todas las vertientes políticas, se sigue pensando en el compromiso del intelectual, el compromiso con su tiempo. Se puede pensar además en el intelectual anarquista norteamericano Noam Chomsky, quien no cesa de denunciar al sistema norteamericano, y vuelve a darse el fenómeno, de que el intelectual se ponga por encima de las estructuras progresistas, eso debe de poner a pensar a todos los intelectuales y militantes de todas las corrientes revolucionarias, democráticas y marxistas del planeta; de mi República Dominicana no haría mucho esfuerzo por sugerir que se tome posición política al respecto de los intelectuales y académicos, pero si a los militantes revolucionarios dignos que existen.

Porque he querido ir aterrizando en particularidades, partiendo del Sartre moral y político, aunque nada o poco del Sartre filósofo, por considerarlo idealista. Porque Sartre se contradijo en su propia práctica filosófica en devenir en práctica política, en actuar directamente en los hechos que se dieron en Francia y el mundo como en el 68 y también en el tribunal Russell condenando las acciones guerreristas de Estados Unidos contra Vietnam.

Dando prioridad al engagé, al compromiso no sólo con las letras, que eran sus primeras pasiones, sino con la teoría y práctica de la llamada contingencia, la posibilidad de actuar en todos los terrenos. Influyó bastante en los jóvenes como Sócrates, produjo dolores de cabezas al poder burgués oligárquico francés con de De Gaulle como figura quien emergió héroe después de la segunda guerra mundial; por eso decía De Gaulle, a Voltaire no se lo pone preso, esa era una orden expresa a sus instituciones policiales. De Gaulle no iba a cometer la misma estupidez que el poder griego de la antigüedad cometió contra Sócrates condenándole a muerte.

Es muy cierto que eran otras épocas, pero no diferente en dominio de clase y aplicaciones del poder sobre los débiles para entonces, se reprimió con fuerza para los 50s a todos los opositores a la independencia de Argelia, represión que estaba en manos de aquel gran amigo del perredeísmo dominicano y su líder de entonces José Francisco Peña Gómez, me refiero a Françoise Mitterrand quien falsamente devino en socialista, socialdemócrata.

Sartre sigue siendo una especie de cabalgador incesante, continua su obra general provocando inquietud, por ejemplo la Nausea, su primera novela, es el retrato vivo de la actualidad mundial, el cual es nauseabundo, no en la individualidad de Roquentin, sino en la colectividad mundial, mundial porque prácticamente el poder imperial está en una campaña de agresiones, guerras económicas, políticas, militares y policiales en particular EN EL MUNDO DE LAS COMUNICACIONES. Es nauseabundo, melancólico, todo lo que está ocurriendo, y es responsabilidad de los norteamericanos, su poder, no del pueblo norteamericano, aunque alienado de patriotismo, chauvinismo, pero roto precisamente en estos momentos, cuando un valiente joven norteamericano de nombre Edward Snowden ex consultor técnico de la CIA y la NSA decide revelar secretos de alta confidencias, en relación al espionaje a millones de ciudadanos del mundo a través del internet y la vía telefónica.

Sartre aparece como un fantasma de nuevo, esta vez sobre este joven de apenas 30 años, quien sin importarle su más de 200 mil dólares de sueldos, prefirió renunciar a ellos sin importarle consecuencias algunas, es una gran lección y es un sartreano, Sartre quién también prefirió perder millones en el premio nobel de 1964 otorgado por la casa Nobel.

El gran afán Sartreano de la libertad del individuo, sobre el poder controlador, sigue siendo una tarea pendiente, existencial, angustiante, porque la llamada libertad está en su peor momento histórico, sí, en este siglo veinte y uno (XXI), en esta contemporaneidad que sigue siendo kafkiana, dostoievskana, pero terriblemente real.

En Sartre se debe discutir hoy, si hoy, precisamente en éste momento la razón dialéctica de la violencia, de la libertad, la relación de la libertad en Karl Marx y en todo el marxismo. ¿Qué es lo correcto, que es lo incorrecto, donde está suprimida la libertad, donde se carece de ella en sentido estricto y por consiguiente donde está la violencia? Violencia que la ejerce en el mundo entero el poder capitalista neoliberal en todo el mundo desde Turquía hasta Brasil, desde Europa a África, Medio Oriente y desde allí a toda América latina. No hay que estar de acuerdo con Sartre cuando dice que uno mismo se construye su destino, sí, por el contrario, no lo construyen a imagen y semejanza del poder reaccionario.

Admiro a Sartre, porque eran un moralista político sobre todo, no un ético burgués, aparente, hipócrita y lavado, sino un moralista que creó una filosofía política paralela a su filosofía existencialista, para mí con un gran afán que nunca logró separarlo del marxismo o por lo menos de mezclarlo como intentó infructuosamente. Un moralista que supo poner en su puesto a otro intelectual de la época, me refiero Raymond Aron, intelectual más tarde clasificado de atlantista por Pierre Meysan un nuevo teórico francés, quien está al servicio de las causas justas en el mundo. Raymond Aron no pasó más que a ser una sombra en la historia por detrás de Sartre y no es que le quite valor intelectual, sino por su gran conservadurismo político e ideológico; por eso no pudo trascender a Sartre.

Continuo creyendo que Sartre es de una dimensión tan extensa, casi equiparable a Marx en trascendencia moral política, repito, no así en trascendencia filosófica y política y general. Pero Sartre una figura molestosa, una mosca insistente que vuela intensa e extensamente sobre el pensamiento burgués, pensamiento que no consigue deshacerse de él.

Sartre merece seguirse estudiando obra por obra, desde su trascendencia del ego, hasta sus otros escritos filosóficos como, El existencialismo es un humanismo, El Ser y la Nada y su ladrillo como el mismo dijera a Gallimard, Crítica de la Razón Dialéctica, hasta sus obras literarias y de teatro; en conclusión Sartre era un filósofo en la palabra y la práctica extensa del que-hacer intelectual de hombre alguno, quien haya vivido para la libertad, aunque a su manera pero para libertad sincera. De su vida particular, personal donde verdaderamente era libre, sólo, manifiesto, a la literatura y filosofía política cretinas, si así, sin ningún adorno, les toca seguir su gozo morboso y placentero.

Nueva York, junio, 2013

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