FRASE DE DUARTE

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martes, 21 de mayo de 2013

ALGO ES ALGO

PROFAMILIA SEGUIRÁ SU CAMPAÑA
Por Manuel Salazar

Bueno. Algo es algo. La sentencia de un tribunal permitirá que Profamilia continúe su campaña de promoción de la actividad sexual responsable.

El debate suscitado con los jurásicos de la iglesia católica en torno a la campaña de Profamilia, da para mucho. Por el momento baste precisar que no se puede confundir Cristianismo con los criterios de los Príncipes de la iglesia católica.

En algún momento y lugar, Federico Engels definió el cristianismo como “el socialismo de aquellos tiempos”. Es decir, de los tiempos en que era una práctica y algunas ideas diversas para combatir el colonialismo romano. En ese tiempo, no existía una concepción rígida, única, inapelable, sino que se nutría de varias tradiciones y formas, y solo las unía la lucha contra el colonialismo romano. El cristianismo era en consecuencia una idea y práctica revolucionaria.

Fue el Emperador Constantino, el que, a sabiendas de la fuerza contestataria de esa corriente, actuó de manera oportunista convirtiéndola en religión oficial del Imperio Romano. La cooptó; y a la larga, aquella idea y práctica anticolonialista, se convirtió en un arma espiritual en favor de los conquistadores colonialistas.

Los militantes cristianos, que en sus tiempos primigenios andaban descalzos o con pantuflas; montaban en burros y dormían sobre esteras en cuevas o debajo de árboles, fueron sustituidos por Príncipes de la iglesia, alojados en palacios y rodeados de riquezas y un cortejo de mozos y alcahuetes. En Roma, está el Vaticano, sede del principal Príncipe de la iglesia católica, centro de acumulación de riquezas y de conspiraciones precisamente contra las causas que reivindican la opción por los pobres.

Su imperio se extiende por todos los confines, incluso en República Dominicana, donde hay por lo menos un Príncipe, que como todo príncipe no trabaja y vive del diezmo y de alguna manera del erario público.

Ríos de sangre han hecho correr estos negadores del Cristianismo primigenio. A cuevas de leones fieros y hambrientos fueron lanzados por orden de esos Príncipes aquellos y aquellas que se opusieron a ese mal derrotero. La Inquisición acabó con la vida de seres humanos inteligentes y sabios que se negaron a aceptar el poder omnímodo de esos Señores; y quién sabe, si en esos asesinatos, lo mismo que en la quema de la biblioteca de Alejandría por parte del Califa Omar, no católico, pero si fanático religioso, se encuentre buena parte de la causa por la que la humanidad tenga todavía tantos enigmas naturales y sociales por resolver.

A estos señores, que hoy se oponen al uso del condón, están vinculadas las hogueras en las que miles de seres humanos fueron quemados vivos por oponerse al dogma impuesto por el Emperador Constantino.

No vayamos más lejos, y fijemos la atención en la isla que compartimos con Haití. Lo denunció el poeta Pablo Neruda en un conocido poema: “Versainograma a Santo Domingo”.

En octubre de 1492, vino Colón y con sus tres carabelas con el pretexto de “cristianizar”, y “cristianizaron” con tanto afán que convirtieron a nuestros aborígenes en “cristianos muertos”. “Dominicanos muertos”, dice el poema. Pero bien, mejor es decir, en cristianos asesinados.

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